EL NACIMIENTO DE UN ESTILO
La consagración definitiva del estilo de Botero se produjo mientras pintaba un bodegón: en 1956,establecido en México, donde permaneció poco más de un año y medio, una noche en que se quedó trabajando hasta altas horas en su estudio, el artista dibujó la forma de una mandolina. En el momento de esbozar el orificio de la caja de resonancia le salió muy pequeño. El contraste entre el minúsculo detalle del centro y la voluminosa forma que lo rodeaba hizo explotar el dibujo en toda su monumentalidad y deformación, y fue entonces cuando Botero se dio cuenta con total claridad de que había descubierto algo fundamental para su obra, una respuesta categórica a su incansable búsqueda. Fue el principio de un camino que lo llevó a consolidar su estilo y su lenguaje único e inconfundible, fruto de su continua experimentación, de las preguntas que se planteaba, y reflejo de sus convicciones artísticas y su capacidad de transformar los años de aprendizaje en algo nuevo, fresco y propio.
El estilo de Botero se basa en la sensualidad de las formas y la exaltación de los volúmenes. Cada pincelada es un reflejo de sus convicciones artísticas. En su universo, compuesto de volúmenes, cada personaje, flor, figura, fruta, montaña o animal está pintado con la misma intención y el mismo gesto. «A través del volumen —decía— se produce una exaltación de la vida. Con la deformación se genera un desequilibrio en el arte que hay que restablecer, y solo mediante un estilo coherente se recupera la naturalidad de la deformación».