EL CIRCO
El circo es un tema universal y sumamente plástico. Nada de lo que se haga es excesivo, porque siempre es todo posible: un hombre puede tener dos cabezas, o la cara verde, o ir vestido íntegramente de rojo. Todo eso es el circo, un maravilloso mundo propio. Botero empezó a abordar este tema en 2006, durante una de sus visitas anuales a Zihuatanejo, en México, donde descubrió un circo que, a pesar de su modestia, tenía un sabor genuinamente latinoamericano. Durante la visita, además de los personajes, con su tristeza contenida, le llamó sobre todo la atención la inmensa poesía y plasticidad de sus formas y colores. También fue un recordatorio de los espectáculos circenses a los que había asistido de joven en Medellín. Aunque las obras nos los muestren en plena acción, los actores del circo reflejan la serenidad y el estatismo propios de los personajes boterianos, y transmiten una sensación paradójica, que oscila entre lo dinámico y lo estático. Trapecistas, payasos y contorsionistas son los protagonistas de esta serie de obras caracterizada por sus colores, su melancolía y su encanto poético.