ESCULTURAS
«Mi pasión extrema por la forma me llevó a la necesidad de convertir los motivos de mi pintura en verdaderos volúmenes tridimensionales y táctiles», decía Botero, que siempre pedía a la gente que tocase sus esculturas; no en balde Bernard Berenson, el legendario historiador norteamericano del arte, uno de los mayores expertos en el Renacimiento, habló de «valores táctiles en la pintura». Las clases de Berenson, a las que asistió Botero en Florencia con poco más de veinte años, se revelaron decisivas para su trayectoria.
Empezó a esculpir a mediados de los años setenta con obras de pequeño formato. Su primer modelo fue su propia mano. Iba cada verano a Pietrasanta, en la Toscana, una localidad de extraordinaria tradición escultórica, con siete fundiciones.